martes, junio 05, 2007

Puntos ciegos en nuestras vidas


En mi blog “Mi parte curiosa” expliqué el por qué del fenómeno del punto ciego del ojo, pero mi explicación no fue más que a nivel biológico. Si querés hacer el experimento hacé clic aquí.

Dejé la parte más importante de este fenómeno para explicarla acá, porque me servirá como introducción para desarrollar el por qué en nuestras vidas no podemos reconocer nuestros errores.

Como dije, el fenómeno ocular se debe a que el nervio óptico no tiene células fotorreceptoras, por lo que es el único punto de la retina donde no podemos ver. Pero lo curioso es ¿por qué no vemos un hueco al mirar en la pared si en ese lugar no podemos ver? ¿por qué no nos damos cuenta de que no vemos en ese punto?.

La respuesta es que nuestro cerebro hace el truco, extrapola en base a la información que pudo recolectar, rellenando el hueco con lo que creyó que podría encajar en ese lugar.

Esta puede resultar una magnífica habilidad. De hecho Euler escribió al respecto:

“En ella se basa todo el arte pictórico. Si estuviéramos acostumbrados a juzgar las cosas por la propia verdad, este arte no podría existir, lo mismo que si fuéramos ciegos. En vano consumiría el pintor todo su arte en mezclar colores; nosotros diríamos: en esta tabla hay una mancha roja, una azul, aquí una negra y allí varias líneas blanquecinas; todo estaría en un plano, no se vería en él ninguna diferencia en las distancias y no sería posible representar ni un solo objeto. Cualquier cosa representada en un cuadro nos produciría la misma sensación que una carta escrita en un papel, y puede ser que hasta procurásemos comprender la significación de todas las manchas policromas. Con toda nuestra perfección, ¿no seríamos dignos de lástima al privarnos de la satisfacción que diariamente nos produce un arte tan útil y agradable?”


Así como su pro, tiene su contra. Nuestro cerebro intenta corregir el error, para que no lo percibamos, pero aplica este mismo criterio con los errores que cometemos a diario. La primera cosa que hacemos cuando cometemos un error es tratar de explicar el por qué lo hicimos de esa manera, y cómo es que no está mal. Cuando llegamos tarde a algún lado, cuando no entregamos ese trabajo, cuando prometimos pasar a visitar a alguien y no lo hicimos, cuando nos peleamos con alguien, cuando... agregale lo que quieras, lo primero que hacemos es justificar nuestra acción y si es posible echarle la culpa a alguien más, para quitarnos responsabilidad. De esa manera, sin responsabilidad, ya no hay error. Terminamos usando toda nuestra capacidad para dar una buena explicación que suene lo más convincente posible, no sólo para el que la escucha, sino también para nosotros mismos.

Soy consciente de que hay situaciones particulares en que algo hace que las cosas no salgan como las planeamos, pero cuando el hecho se repite una y otra vez y no encontramos el problema, es porque ni siquiera podemos verlo, nuestro cerebro se encargó de taparlo muy bien para que no podamos captarlo.

¿Cuál es la solución? Como primer punto, notar que nuestro cerebro está tapando nuestros errores. A partir de ahí, ver qué cosas en nuestra vida no tienen el resultado que esperábamos. Esas son las cosas en las que estamos cometiendo algún error, lo más difícil es poder ver el error en sí, porque es un punto ciego para nosotros. Dependiendo del caso, a veces es necesaria alguna ayuda externa para lograr encontrarlo. Por último, para obtener un resultado diferente, es evidente que tenemos que hacer algo diferente en nuestra vida.

Una última cosa que viene al caso, al contrario de lo que se creía, nuestros sentidos no son los que nos engañan, ellos captan lo que pueden del exterior. Agrego una frase de Kant: “Nuestros sentidos no nos engañan, no porque siempre juzguen bien, sino porque nunca juzgan”

lunes, junio 04, 2007

La guerra, altruismo mal orientado


Un material algo curioso llegó a mis manos. El autor sostiene que todos llevamos dentro a un ser altruista (entiéndase como alguien que procura el bien ajeno aún a costa del propio) y que además contamos con la reflexión consciente, que nos permitiría comprender el punto de vista del otro.

Si dentro nuestro existe este ser, uno se pregunta, por qué la maldad entonces, por qué las guerras. Y he aquí lo curioso, que me pareció muy acertado, utilizamos ese recurso altruista para formar parte de un grupo y lanzarnos en contra de otros grupos humanos unidos de la misma manera pero bajo banderas diferentes, como dice el libro, “exactamente como si nuestro planeta no tuviera más destino que el ser una gigantesca cancha de fútbol bélico en la que el jugador enemigo se nos presenta siempre como atentando contra nuestros valores más sagrados…”. Y luego agrega: “…sin que pensemos jamás que tal vez, el proceso de aprendizaje social es una sola malla apretada de relaciones humanas, en la que nuestros propios actos están contribuyendo constantemente a aumentar la polarización y la divergencia social, cavando con ello nuestro propio abismo, aún cuando estamos creyendo que luchamos por la noble causa de “la verdad” y que el otro, en su ceguera intencional, no puede ni quiere reconocerla como tal”.

Utilizamos nuestro segundo recurso, la reflexión consciente, para justificar nuestras acciones, para demostrar cómo es que nuestro punto de vista es el válido y el del otro está equivocado.

¿Qué tal si comenzamos por lo básico?, nosotros mismos… Podemos ver que también utilizamos estos recursos de manera equivocada en nuestra vida cotidiana, al discutir con una persona de nuestro entorno, sea con la pareja, un hijo o un hermano. Mientras no logremos dominar estas grandiosas facultades, y orientarlas de manera correcta vamos a seguir teniendo el desastre de mundo que tenemos.