lunes, agosto 13, 2007

¿Y si los pilares de la ciencia se tambalearan?



La física ha sido siempre una asignatura pendiente para mí. Necesitaba un libro que me introdujera a esta materia desde una perspectiva más sencilla y creo haberlo encontrado. En este libro (“La evolución de la física”, escrito por Albert Einstein y Leopold Infeld) leí algo que me dejó pensando…

“Los conceptos físicos son creaciones libres del espíritu humano y no están, por más que lo parezca, determinados unívocamente por el mundo exterior. En nuestro empeño de concebir la realidad, nos parecemos a alguien que trata de descubrir el mecanismo invisible de un reloj, del cual ve el movimiento de las agujas, oye el tic-tac, pero no le es posible abrir la caja que lo contiene. Si se trata de una persona ingeniosa e inteligente, podrá imaginar un mecanismo que sea capaz de producir todos los efectos observados; pero nunca estará segura de si su imagen es la única que los pueda explicar. Jamás podrá compararla con el mecanismo real, y no puede concebir, siquiera, el significado de una tal comparación.”

Lo más interesante es que todo lo que lleva visto la ciencia hasta el día de hoy puede basarse en una de estas explicaciones del funcionamiento del reloj. La ciencia explica mecanismos que observa, creando leyes, que se basan en otras leyes, que no fueron más que otra explicación de otro fenómeno. A veces intenta encajar piezas que no encajan en el rompecabezas, forzándolas a entrar, como el caso del experimento de las dos ranuras. Otras veces, un nuevo descubrimiento obliga a replantearse alguna de estas leyes, para luego descubrir que no era cierta (ejemplo: el calórico).

Pero si la realidad depende del observador, de su Universo interior, como dice Maturana… puede que exista una explicación completamente distinta de todo, y que no podamos verla, quizás, por estar tan enfrascados y limitados por lo “descubierto por la ciencia”, partiendo de “buenas explicaciones” para hacer nuevas “buenas explicaciones”. Si la premisa inicial fuera falsa, todo lo que hoy creemos como cierto pasaría a ser NADA.

De pronto consideramos que la palabra del científico es “palabra santa” (aunque suene contradictorio el término), creyendo que, como está demostrado, es correcto. Y yo me pregunto, ¿no será que preferimos creer en “lo que está demostrado” porque nos sentimos demasiado incultos como para cuestionarlo? Al menos a mí es lo que me pasa, no me atrevo a cuestionar las leyes de Newton, y explicar algún fenómeno de otra manera, arrancar de cero en la explicación, porque siento que no sé.

Ahora, otra cosa que leí en este libro y que me llamó muchísimo la atención es que, en la historia de la física, los que más descubrieron fenómenos y formularon leyes, fueron personas que no estudiaron física, sino que lo hacían como un hobbie. Observaron algo que les llamó la atención, hicieron algunos experimentos, y luego sacaron conclusiones. Todos tenemos la capacidad de observar, y de sacar conclusiones. Y podríamos descubrir o explicar muchas de las cosas que observamos, si nos atreviéramos a cuestionar las que ya existen, a dudar de esas explicaciones.

Pensá en esto…


martes, junio 05, 2007

Puntos ciegos en nuestras vidas


En mi blog “Mi parte curiosa” expliqué el por qué del fenómeno del punto ciego del ojo, pero mi explicación no fue más que a nivel biológico. Si querés hacer el experimento hacé clic aquí.

Dejé la parte más importante de este fenómeno para explicarla acá, porque me servirá como introducción para desarrollar el por qué en nuestras vidas no podemos reconocer nuestros errores.

Como dije, el fenómeno ocular se debe a que el nervio óptico no tiene células fotorreceptoras, por lo que es el único punto de la retina donde no podemos ver. Pero lo curioso es ¿por qué no vemos un hueco al mirar en la pared si en ese lugar no podemos ver? ¿por qué no nos damos cuenta de que no vemos en ese punto?.

La respuesta es que nuestro cerebro hace el truco, extrapola en base a la información que pudo recolectar, rellenando el hueco con lo que creyó que podría encajar en ese lugar.

Esta puede resultar una magnífica habilidad. De hecho Euler escribió al respecto:

“En ella se basa todo el arte pictórico. Si estuviéramos acostumbrados a juzgar las cosas por la propia verdad, este arte no podría existir, lo mismo que si fuéramos ciegos. En vano consumiría el pintor todo su arte en mezclar colores; nosotros diríamos: en esta tabla hay una mancha roja, una azul, aquí una negra y allí varias líneas blanquecinas; todo estaría en un plano, no se vería en él ninguna diferencia en las distancias y no sería posible representar ni un solo objeto. Cualquier cosa representada en un cuadro nos produciría la misma sensación que una carta escrita en un papel, y puede ser que hasta procurásemos comprender la significación de todas las manchas policromas. Con toda nuestra perfección, ¿no seríamos dignos de lástima al privarnos de la satisfacción que diariamente nos produce un arte tan útil y agradable?”


Así como su pro, tiene su contra. Nuestro cerebro intenta corregir el error, para que no lo percibamos, pero aplica este mismo criterio con los errores que cometemos a diario. La primera cosa que hacemos cuando cometemos un error es tratar de explicar el por qué lo hicimos de esa manera, y cómo es que no está mal. Cuando llegamos tarde a algún lado, cuando no entregamos ese trabajo, cuando prometimos pasar a visitar a alguien y no lo hicimos, cuando nos peleamos con alguien, cuando... agregale lo que quieras, lo primero que hacemos es justificar nuestra acción y si es posible echarle la culpa a alguien más, para quitarnos responsabilidad. De esa manera, sin responsabilidad, ya no hay error. Terminamos usando toda nuestra capacidad para dar una buena explicación que suene lo más convincente posible, no sólo para el que la escucha, sino también para nosotros mismos.

Soy consciente de que hay situaciones particulares en que algo hace que las cosas no salgan como las planeamos, pero cuando el hecho se repite una y otra vez y no encontramos el problema, es porque ni siquiera podemos verlo, nuestro cerebro se encargó de taparlo muy bien para que no podamos captarlo.

¿Cuál es la solución? Como primer punto, notar que nuestro cerebro está tapando nuestros errores. A partir de ahí, ver qué cosas en nuestra vida no tienen el resultado que esperábamos. Esas son las cosas en las que estamos cometiendo algún error, lo más difícil es poder ver el error en sí, porque es un punto ciego para nosotros. Dependiendo del caso, a veces es necesaria alguna ayuda externa para lograr encontrarlo. Por último, para obtener un resultado diferente, es evidente que tenemos que hacer algo diferente en nuestra vida.

Una última cosa que viene al caso, al contrario de lo que se creía, nuestros sentidos no son los que nos engañan, ellos captan lo que pueden del exterior. Agrego una frase de Kant: “Nuestros sentidos no nos engañan, no porque siempre juzguen bien, sino porque nunca juzgan”

lunes, junio 04, 2007

La guerra, altruismo mal orientado


Un material algo curioso llegó a mis manos. El autor sostiene que todos llevamos dentro a un ser altruista (entiéndase como alguien que procura el bien ajeno aún a costa del propio) y que además contamos con la reflexión consciente, que nos permitiría comprender el punto de vista del otro.

Si dentro nuestro existe este ser, uno se pregunta, por qué la maldad entonces, por qué las guerras. Y he aquí lo curioso, que me pareció muy acertado, utilizamos ese recurso altruista para formar parte de un grupo y lanzarnos en contra de otros grupos humanos unidos de la misma manera pero bajo banderas diferentes, como dice el libro, “exactamente como si nuestro planeta no tuviera más destino que el ser una gigantesca cancha de fútbol bélico en la que el jugador enemigo se nos presenta siempre como atentando contra nuestros valores más sagrados…”. Y luego agrega: “…sin que pensemos jamás que tal vez, el proceso de aprendizaje social es una sola malla apretada de relaciones humanas, en la que nuestros propios actos están contribuyendo constantemente a aumentar la polarización y la divergencia social, cavando con ello nuestro propio abismo, aún cuando estamos creyendo que luchamos por la noble causa de “la verdad” y que el otro, en su ceguera intencional, no puede ni quiere reconocerla como tal”.

Utilizamos nuestro segundo recurso, la reflexión consciente, para justificar nuestras acciones, para demostrar cómo es que nuestro punto de vista es el válido y el del otro está equivocado.

¿Qué tal si comenzamos por lo básico?, nosotros mismos… Podemos ver que también utilizamos estos recursos de manera equivocada en nuestra vida cotidiana, al discutir con una persona de nuestro entorno, sea con la pareja, un hijo o un hermano. Mientras no logremos dominar estas grandiosas facultades, y orientarlas de manera correcta vamos a seguir teniendo el desastre de mundo que tenemos.

jueves, abril 26, 2007

No te mueras





Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee.

Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca,
no se atreve a cambiar el color de su vestimenta
o bien no conversa con quien no conoce.

Muere lentamente
quien evita una pasión y su remolino de emociones,
justamente éstas que regresan el brillo a los ojos
y restauran los corazones destrozados.

Muere lentamente
quien no gira el volante cuando está
infeliz con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto
para ir atrásd e un sueño
quien no se permite, ni siquiera
una vez en su vida, huir de los consejos sensatos...


¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Hazlo hoy!
¡No te dejes morir lentamente!
¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ!




Aunque no sean las palabras exactas de Pablo Neruda, me gustó más esta versión de alguien que se inspiró en sus palabras.