Sobre las casualidades y las causalidades... (parte II)

En mi pueblo suele haber casas con mucho mucho patio (lo que sobra es terreno), y siempre nos tocaba a los hijos cortar el césped. En una ocasión, no recuerdo la edad pero estimo que habré tenido entre 9 y 10 años, estaba cortando el pasto de uno de los dos inmensos potios que tenía mi casa. De pronto se paró la cortadora y vi que se había desenchufado la prolongación, así que fui a conectar los cables... en ese momento, mejor dicho, en ese segundo de estupidez que no puedo identificar, mis dedos se metieron entre medio de los dos enchufes y sólo recuerdo que estaba parada temblando, y que todo era raro y no entendía nada, y luego me caí y seguía temblando, no sé cuánto estuve así, por lo que me dijeron no pudo haber durado más que unos segundos, pero yo lo viví como si fueran minutos. Me salvé gracias al disyuntor (o interruptor diferencial según los que saben)... ¡le debo mi vida a ese aparatito!

Lo más cómico de todo esto es que mi hermano estaba cerca con un amigo, acostado en una hamaca paraguaya riéndose de lo que estaba pasando, pensando que yo le estaba haciendo una broma. Y ni bien pasó todo, lo único que se me ocurrió decirle llorando es: “¡¿por qué no hiciste algo?!” (¿qué podría haber hecho?).

Desde ahí quedé tontita, entré en cortocircuito y se me quemaron los cables... así que podrán comprobar de dónde viene mi locura... ¡acá está la causa!

De todo esto obtuve dos cosas buenas, la primera es que aprendí que no hay que poner los dedos en el enchufe, ja ja, y la segunda es que encontré la excusa perfecta para no cortar el césped por un buen tiempo ;)